lunes, 29 de octubre de 2007

Leire Beitia Antero 3º ESO A

LA CATEDRAL DEL MAR. Ildefonso Falcones.
[...]Sus ilusionies, su vida entera había ido desmoronándose como la vieja iglesia románica que dio vida al nuevo templo. Ya no existía. Ningún vestigio quedaba de la pequeña iglesia, y desde donde se encontraba podía observar la inmensa y ancha nave central, delimitada por las columnas ochavadas sobre las que se sustentarían las bóvedas. Más allá de las columnas, por el exterior, los muros de la iglesia seguían levantándose e izándose hacia el cielo, piedra a piedra, pacientemente.Arnau miró hacia arriba. La clave de la segunda bóveda de la nave central ya se había colocado y se trabajaba en la de las naves laterales. El nacimiento de Nuestro Señor: aquél había sido el motivo elegido para aquella segunda piedra de clave. La bóveda del presbiterio estaba totalmente cubierta. La siguiente,la primera de la inmensa nave central rectangular, todavía no cubierta, parecía una tela de araña: las cuatro nervaduras de los arcos estaban a cielo abierto, con la piedra de clave en su centro, como una araña dispuesta a desplazarse por finos hilos en busca de su presa. La mirada de Arnau se perdió en aquellos nervios delgados. [...]
Hasta Santa María parecía haberle dado la espalda. Cubierta ya en parte y alzados los contrafuertes que sostenían los arcos de las naves laterales de la segunda bóveda, la nobleza y los ricos mercaderes de la ciudad habían empezado a trabajar en las capillas laterales, decididos a dejar su impronta en forma de escudos heráldicos, imágenes, sarcófagos y todo tipo de relieves cincelados en la piedra.

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